Barozzi Veiga. La construcción de un lugar mental

«Barozzi Veiga han ganado los concursos gracias a esa capacidad de condensar la esencia y el carácter de un proyecto para construir un nuevo lugar mental. Ellos lo describen como “lo esencial”, “lo específico”. «

Barozzi Veiga
Sede del Consejo Regulador de la DO Ribera del Duero en Roa. Barozzi Veiga ©Simon Menges

Ricardo Meri de la Maza
Universidad Politécnica de Valencia

La arquitectura del último tercio del siglo XX, en paralelo con la crisis de la modernidad, nos dejó la herencia de la idea como germen y objetivo primario del proyecto. Sin idea no había arquitectura, solo construcción. La idea venía a liberarnos de la obstinada impersonalidad y la fría eficacia de una arquitectura “moderna” que, banalizada y extendida globalmente por el capitalismo, promovía la perdida de carácter local en favor de una uniformidad convertida en lenguaje. La arquitectura trataba de recuperar al hombre, la historia, la especificidad del lugar, y además la singularidad de la obra. El aparente fracaso de la posmodernidad vino de la mano, otra vez, de la transformación de los principios en lenguaje posmoderno, con su consiguiente banalización. Pero, entre otras cosas, nos dejó la idea, que permitía la individualización de la obra a la vez que trasladaba el peso de las decisiones al ámbito de lo contingente y de lo personal, en tanto que sólo el arquitecto era capaz de movilizarla.

Algunos de los grandes concursos de arquitectura de ese periodo se resolvieron con propuestas ganadoras que, precisamente, parecían condensar esa idea como motor del proyecto. Podemos nombrar algunos a lo largo de esos años: posiblemente uno de los primeros fue la Ópera de Sydney de Utzon; otro destacado fue el Pompidou en París de Piano y Rogers; o también la propuesta de la Grande Arche de la Défense de Otto von Spreckelsen. Estos ejemplos comparten algunas similitudes: arquitectos prácticamente desconocidos en el momento de ganar el concurso son capaces de sintetizar la esencia del problema propuesto llevándola más allá de la mera resolución técnica o programática para aportar un elemento icónico, un identificador. Pero más allá de esa imagen fuerte que trasciende el mero lenguaje también comparten otra cosa, son propuestas capaces de construir y redefinir un lugar mental, un espacio colectivo compartido. La individualidad de las ideas trasciende la mera forma para redefinir el lugar a partir de la lectura del propio lugar.

Una de las primeras referencias que tuve del trabajo de Fabrizio Barozzi y Alberto Veiga fue con ocasión del concurso de la sede del Consejo Regulador de la DO Ribera del Duero en Roa, en el que un equipo de arquitectos muy cercano quedó en segundo lugar. No sospechábamos en ese momento el alcance que iba a tener su trayectoria. Había ciertas coincidencias volumétricas e incluso de planteamiento entre las dos primeras propuestas, pero Fabrizio y Alberto habían conseguido aportar algo más; ese algo más tan difícil que traslada el proyecto desde el ámbito de la buena arquitectura a lo significativo. Habían logrado no solo resolver un problema o redefinir un espacio urbano sino además condensar la esencia de lo representado por la arquitectura: proponer un nuevo lugar mental. Fue una de las primeras veces, entre las numerosas en que Barozzi Veiga han ganado los concursos gracias a esa capacidad de condensar la esencia y el carácter de un proyecto para construir un nuevo lugar mental. Ellos lo describen como “lo esencial”, “lo específico”.

No voy a detenerme en los aspectos conceptuales de su manera de trabajar o en las posibles asociaciones, que tan magníficamente presenta Renato Bocchi en su texto que acompaña esta monografía. En cambio, me gustaría tratar de conectar con otro aspecto, quizás otra consecuencia de esta manera de proceder, que tiene especial interés para el enfoque de TC como publicación: la importancia de las decisiones materiales, técnico-constructivas, en la condensación del carácter de sus propuestas y la construcción de esos lugares mentales. O como también en alguna ocasión lo han descrito ellos mismos, “la contribución de los requerimientos técnicos a la poesía del proyecto”.

Hace algún tiempo, con motivo de la publicación de la primera monografía dedicada a Guillermo Vázquez Consuegra, me refería al valor del detalle ausente como la capacidad de convertir la construcción en algo natural e intrínseco a la propia obra, ajeno a cualquier imposición o gestualidad. Hay algo en la manera de enfrentar esa misma relación entre arquitectura, construcción y visualidad en la obra de Barozzi y Veiga que me recuerda esa naturalidad que comentaba entonces. Pero también hay algo enteramente distinto, quizás fruto de la combinación de la tradición constructiva española con una aproximación más centroeuropea, posiblemente más tecnológica (o simplemente más contemporánea). De alguna forma, algunas de sus obras me traen asimismo a la memoria la manera de hacer del arquitecto “ticinese” Livio Vacchini o la especificidad de la síntesis matérica de cada uno de los proyectos de Peter Zumthor. Por otra parte, me parece reconocer asimismo cierta retorica en algunos elementos que, convertidos en mecanismos de proyecto, me atrevería a relacionar con la singularidad visual de la construcción “scarpiana”. También recuerdo que, en alguna ocasión, ellos se han referido a arquitectos como Lewerentz o Siza.

Es posible que algunos de estos vínculos (u otros) existan, o puede que no sean objetivamente trazables. Creo que no es importante. Con lo que me gustaría quedarme es con el delicado equilibrio que implica el que se pueda percibir (o interpretar) la suma de todas estas conexiones en la labor de Barozzi Veiga, porque lo que presentan con una naturalidad emocionante es fruto de un equilibrio extremadamente delicado y difícil de llevar a cabo; una síntesis, digerida y autónoma, de lo mejor de la tradición constructiva europea de los últimos 50 o 60 años.

Existe una dualidad en su arquitectura entre la permanencia y el contraste. Esa dualidad es una de las herramientas fundamentales para establecer el equilibrio entre el lugar recibido y el lugar construido. Y lo matérico, las decisiones constructivo-visuales, son fundamentales para entender ese principio de dualidad entre lo que permanece o se restituye y el nuevo lugar mental que se regala a los habitantes de sus arquitecturas.

Aunque sus obras podrían interpretarse desde una perspectiva “monomatérica”, en realidad se fundamentan más bien en sistemas integrados y unitarios. El valor no estriba en la unicidad del material, no consiste en una búsqueda de lo “mínimo”, sino en la potencia de definir un sistema con capacidad para unificar todos los requerimientos de la obra en cada una de sus situaciones, desde lo técnico hasta lo simbólico o representativo. Porque es precisamente esa capacidad de representar o de comunicar que aportan esos sistemas lo que contribuye poderosamente a la construcción de los nuevos lugares mentales reconocibles por los habitantes, unas veces desde la continuidad con lo existente, otras desde el premeditado contraste.

Todo ello lleva a una especificidad, tanto matérica como de las soluciones constructivas y los sistemas que las ponen en juego, que individualiza cada obra sin posibilidad de reconocer un lenguaje preestablecido o apriorismos técnico-constructivos. Esto se puede observar también en la variabilidad de los dibujos constructivos que presentan estas páginas, extremadamente delicados y sintéticos en unos casos, considerablemente técnicos y complejos en otros, según lo que cada obra necesita.

A partir de este punto propongo a cada lector que haga sus propias lecturas e interpretaciones de las decisiones y las soluciones que se concretan en cada obra recorriendo la fabulosa documentación que acompaña a la monografía. Ciertamente serán lugares mentales diversos, fructíferos y, sobre todo, muy inspiradores.

Si quieres conocer de manera más extensa la trayectoria profesional de Brozzi Veiga te recomendamos la monografía TC149. Barozzi Veiga. Arquitectura 2011-2021. En ella encontrarás una recopilación de 18 proyectos donde se muestra lo mejor de la trayectoria internacional de los arquitectos.

Autor

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Ricardo Merí de la Maza

Doctor Arquitecto. Editor en la revista TC Cuadernos