Dominique Coulon no entona la canción usual, la de la “narración”, esa según la cual cada proyecto esconde una “historia”. Ni siquiera habla de la suya. De un proyecto al otro, conduce a algunos visitantes y usuarios que, irónicamente, ellos también, permanecen sin palabras,… la arquitectura con la boca abierta.
La invitación era tentadora. Dos proyectos recientes e importantes de Dominique Coulon. El primero no es, visualmente, el más seductor en el conjunto de la obra del arquitecto: curvas y sinuosidades dibujan una planta fluida lejos de esculturas angulosas de las que el hombre se place en dibujar.
En Thionville, la mediateca desvela su magia solo en el lugar. Las fotografías no dicen, en efecto, nada de la generosidad del lugar ni de la amplitud del espacio. Si se trata de un sitio donde la cultura ayuda a elevar el espíritu, la arquitectura contribuye ampliamente a este propósito.
Esto se demuestra aún más todavía en Freyming-Merlebach. Hay que felicitar sin duda, una vez más, la inteligencia de un promotor público al ofrecer, en medio de una ciudad siniestrada, un espacio de cultura para sus habitantes pero también un espacio de libertad para el arquitecto.
Blanca, la arquitectura desarrollada en esta ocasión es simple. Es, ante todo, un sabio juego de volúmenes y de proporciones y, en el interior, la frugalidad hace la nobleza del conjunto. El yeso es dejado desnudo específicamente. Los matices descubiertos durante la obra intrigaron tanto que fueron preservados. El presupuesto de pintura pudo ser entonces utilizado para dar una mayor elegancia a este yeso, endurecido y barnizado.
El interior es, en su volumetría, fastuoso. Puede verse aquí esta arquitectura propia de los grandes equipamientos culturales. Con todo, no se trata de un “modesto” programa, con una sala de espectáculos de 700 plazas.
Presupuesto: 7 millones de euros. La cifra sorprende en la medida en que los proyectos de la misma especie suelen alcanzar las decenas de millones de euros. Una proeza.
Dentro de esta geometría expresionista, Dominique Coulon juega con efectos de perspectiva. Todo está, según él, trabajado en la maqueta y, a sus ojos, la obra no es más que un momento de verificación incluso aunque a menudo un bosque de andamios nubla la vista y distorsiona la percepción
“Me gustan los edificios que tiene múltiples lecturas, aquellos en los que te puedes perder” reivindica.
Perderse no significa ignorar tu camino. El espacio conserva su lógica y las circulaciones se orientan por juiciosas puestas en escena donde amplios espacios acristalados abren el horizonte hacía el paisaje de alrededor.
La pérdida puede revelar abandono. Cada cual se abandona en esta confusión de prismas con tal de dejarse sorprender de la mejor manera.
Y sorpresa: ¡la sala! Rubicunda, petulante de colores. Incluso antes de los tres bastonazos, la arquitectura por sí misma proporciona el espectáculo.
Una geometría compleja, fruto para el arquitecto de una “puesta en tensión” más que de una jerarquización. Form follows Coulon.
Además de esta capacidad de definir volúmenes siguiendo proporciones perfectas, hay que retener de este trabajo el dominio de las restricciones técnicas y de seguridad.
Extintores, mangueras contra-incendios, armarios eléctricos son accesibles, pero poco visibles. AL contrario que la mayoría de los equipamientos culturales, sobre todo museos, donde las circulaciones acaban siendo vertederos de edículos técnicos y otros dispositivos, este teatro demuestra que se puede encontrar un equilibrio y que una bombona roja puede no ser solo esa fatal nariz de payaso puesta sobre la pared sin ninguna consideración.
Desde Estrasburgo, donde está su despacho, Dominique Coulon diseña con sus socios y una veintena de colaboradores numerosos proyectos siguiendo la misma minuciosidad.
Sin duda este admirable trabajo merecería más honores..pero para ello el estudio debería quizás contar(se) más..
Jean-Philippe Hugron
Artículo aparecido por primera en Le Courrier de l´architecte