Este libro coordinado por varios autores será, probablemente, la primera publicación donde se plantea la cuestión de la vivienda colectiva en Uruguay como género y ha concentrado la atención de los investigadores uruguayos en un amplio arco temporal.
Por Jorge Nudelman
Este atlas significa una oportunidad para la historia y la teoría de la vivienda colectiva en Uruguay. Lo es por el carácter científico desde el que se plantea, haciendo de la objetividad fría del dibujo a escalas homogéneas su único medio de expresión. No es necesario explicar las virtudes del sistema, que ya ha sido probado en las publicaciones anteriores de TC sobre la vivienda colectiva en España, y que tiene en el Grupo de Investigación en Vivienda Colectiva (G.I.V.C.O.) del Departamento de Proyectos Arquitectónicos de la ETSAM-UPM, su base de desarrollo más teórica1. Pero para el caso uruguayo debe agregarse la circunstancia de su propia excepcionalidad.

Efectivamente, en un panorama bibliográfico de textos dispersos y poco sistemáticos, este será, probablemente, el primero donde se plantea la cuestión de la vivienda colectiva como género, al margen de otros sistemas de comprensión como la cuestión de la vivienda social, que ha concentrado la atención de los investigadores uruguayos en un amplio arco temporal.
La literatura más sistemática en este último sentido pertenece a producciones realizadas en la Facultad de Arquitectura (actualmente Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo): en el Instituto de Historia de la Arquitectura, en el área proyectual y en pequeños espacios como la Unidad Permanente de Vivienda, que desde 1997 publica la revista Vivienda Popular. En los últimos años, ha trascendido incluso a círculos académicos de otros países, como en la exposición en el Museu da Casa Brasileira (MCB) de São Paulo, Cooperativas habitacionais no Uruguai – meio século de experiências2, en 2015, o parcialmente en la muestra organizada por el Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York el mismo año, Latin America in Construction: Architecture 1955–19803.
El marco histórico. La Ordenanza Municipal de Normas de higiene para edificios según su destino.
La organización de la serie de casos que constituye esta muestra no es suficiente, sin embargo, para entenderlos en su contexto. Por tanto, conviene explicar algunos hitos que los coloquen en un marco histórico, referenciando mínimamente las consecuencias prácticas.
Se han dejado de lado en esta selección los edificios que pertenecen a la familia tipológica decimonónica, de gran compacidad y profundidad edificatoria, y aun aquellos que, construidos en un avanzado siglo XX, denotan un persistente abuso de los patios interiores. Aunque encontramos antes algunos ejemplos de plantas típicamente “modernas”, no será sino hasta el año 1947, con la aprobación de la ordenanza municipal de Normas de higiene para edificios según su destino, que reguló y aumentó las dimensiones mínimas de locales y áreas libres como patios interiores, cuando se nota claramente un cambio hacia las composiciones de plantas abiertas o dispuestas en bloques lineales.
Antes de la ordenanza, podemos ver edificios alineados con el “estilo internacional” propagandeado por el MoMA, o con el expresionismo, o con el Art Déco en sus versiones americana o francesa, u obras de arquitectos locales de gran talento como Julio Vilamajó o Mauricio Cravotto, entre otros, atrapadas en cierta esquizofrenia que escondía interiores del siglo XIX detrás de fachadas de actualidad. Sin embargo se han incluido en nuestra selección algunos ejemplos singulares de edificios de autores como el propio Vilamajó, el estudio de Julio Etchebarne y Elías Ciurich, el excéntrico Jorge Caprario, y experiencias tempranas de “viviendas económicas”, como las de Ricardo Fernández Lapeyrade o Román Fresnedo Siri.
La Ley de propiedad horizontal en Uruguay
En 1946 se promulgó la Ley de propiedad horizontal, largamente reivindicada por los arquitectos, que generaría, en un momento de cierta euforia económica, un crecimiento notable de la construcción de vivienda colectiva para las clases medias en ascenso. Este entusiasmo duró veinte años, que podríamos llamar la “edad de oro” de la arquitectura moderna uruguaya, y que coincide con el ciclo más rico de la producción latinoamericana. Gran parte de los ejemplos reseñados en este libro son de ese periodo.

Los ejemplares de estos años llamaron la atención del profesor Helio Piñón, quien en los noventa le dedicó parte de sus publicaciones. Coincidió con la revalorización internacional de esta arquitectura de la madurez moderna, para un regreso desde donde superar el neo-historicismo de los setentas (con, paradójicamente, otro “neo”). Es muy notable la evidencia de un oficio moderno que pertenecía a toda esta generación de arquitectos formados en una academia de tradición metodológica beaux-arts, pero muy atenta a las evoluciones contemporáneas. Raúl Sichero, Walter Pintos Risso (en cuya oficina trabajaron muchos arquitectos que han quedado en el anonimato), Luis García Pardo, Alfredo Altamirano, Francisco Villegas Berro, los más teóricos Justino Serralta y Carlos Clémot, Juan Falkenstein trabajando para la empresa de Raúl Clerc y Héctor Guerra, etc., tuvieron en común una sólida formación e inquietud por la actualización sistemática.
Ley del Plan Nacional de Viviendas
El final de esta “edad de oro” lo marca la implosión económica de fines de los años sesenta, después de una década de desgaste. El año 1968 marca un tiempo de cambios trascendentes en la experiencia de la vivienda en Uruguay. En diciembre se aprueba una ley que pretende atacar la crisis, llamada Plan Nacional de Viviendas, que introduce una nueva experiencia, hoy en proceso de análisis, sobre la construcción de viviendas económicas. La ley introdujo varias modalidades de gestión del proyecto y la construcción, entre las que el cooperativismo tuvo una incidencia notable. Diferenciaba los niveles socio-económicos de los usuarios, generando categorías por áreas de las unidades y por opciones de gestión.

En este sentido, las “cooperativas de ayuda mutua” se convirtieron en un sistema exitoso que en un breve periodo de tiempo, entre 1968 y 1975, organizaron y construyeron quince mil viviendas (un número relativamente trascendente para un país de tres millones de habitantes), experimentando con sistemas que combinaban prefabricación y entrenamiento de mano de obra no especializada.
La influencia visible del neoempirismo escandinavo y la experiencia británica de construcción de vivienda, mixturados con el ideario del manual del Team 10, así como una larga tradición de enseñanza en el urbanismo de la ciudad jardín, hicieron que estos modos novedosos de gestión, tuvieran un correlato en materia de diseño. Como contracara, la localización de estos barrios respecto al desarrollo orgánico de sus respectivos núcleos urbanos originales, fue crítica. En general, la mínima capacidad económica y la falta de una disciplina urbanística se unieron para que, a pesar de los buenos proyectos de estos conjuntos, la mayoría se ubicara en periferias poco dotadas y de urbanidad pobre.
El empuje económico de la política neoliberal
El periodo que siguió a la aplicación de esta ley en la década de 1970 coincidió con un empuje económico provocado por la política neoliberal de la dictadura que gobernó al país desde 1973 a 1984. En 1975 el gobierno militar interrumpió la experiencia cooperativa por motivos políticos, en la medida que veía como una amenaza las redes de organización que implicaba. El final del ciclo se produjo en 1982, con un colapso financiero que llevó a la quiebra a la mayoría de los negocios inmobiliarios y las empresas constructoras.

Hasta ese momento se había producido un crecimiento vertiginoso de las inversiones inmobiliarias en Punta del Este, localización turística al este del país, sobre el Atlántico, muy dependiente de las inversiones argentinas. Hemos dedicado a este fenómeno, en cierta medida aislado y con características particulares, una sección del libro. El lector sentirá una cierta lejanía con el resto; esta percepción se corresponde efectivamente con la realidad: Punta del Este es un caso particular, desde la década de 1950.
Lo campos de sensibilidad
La situación posterior a 1985, si bien no tiene eventos tan trascendentes como los de los años 1947 o 1968, se pueden caracterizar por algunas medidas que corresponden a “campos de sensibilidad”.
Uno de ellos se refiere a la defensa de la ciudad histórica y el paisaje, lo que se ha dado en llamar una teoría de “áreas caracterizadas”. Esto se corresponde con la confluencia de la defensa de la ciudad y la política anti-dictatorial, en la medida que el ataque al patrimonio correspondió con la práctica de su neoliberalismo, y oponerse a las demoliciones era oponerse a la dictadura. A esto se agrega la antipatía a la ciudad en altura. En este contexto, surgieron una serie de medidas de fomento del reciclaje del parque inmobiliario de fines del XIX y principios del siglo XX, que generó algunas arquitecturas de promoción pública entre 1985 y 2000, no suficientemente estudiadas y que no hemos incluido en este libro.
La Ley de la vivienda social
Más cerca en el tiempo, en 2011 fue aprobada la llamada “Ley de vivienda social” (textualmente, de Acceso a la Vivienda de Interés Social), bajo cuyas reglas se han construido algunos de los más recientes proyectos publicados aquí. Con respecto a los efectos sociales de esta política, se puede afirmar que han sido más un estímulo al capital especulativo que un acceso popular a la vivienda. En cambio, han tenido la virtud de re-direccionar las inversiones hacia zonas céntricas de las ciudades, sobre todo en Montevideo, que habían sido abandonadas por la inversión privada.
Por otro lado, y en relación al rechazo a construir en altura, las autoridades municipales han actuado de manera ambigua y sin criterios claros. Con respecto a las normativas urbanísticas, la limitación de la altura convive con una regla de “acordamientos”, que generan fachadas laterales para cubrir los muros medianeros que no se desea ver. Hemos incluido algunos ejemplos, que resuelven con calidad una situación morfológicamente ambigua. A pesar del rechazo ideológico a los edificios de gran altura, el gobierno de Montevideo, y también el de Maldonado para Punta del Este, ceden a la presión del capital inmobiliario y los autorizan como excepción sistemática a la normativa.
Lo dicho anteriormente configura la situación actual, en la que conviven normas estrictas y cierta arbitrariedad. Siguiendo un modo difundido recientemente, se ha promovido la actuación de arquitectos internacionalmente prestigiosos. Sin embargo, esto no ha inducido un cambio notable y no ha sido suficiente para recuperar la vocación urbana de la arquitectura moderna de mediados del siglo pasado.
Jorge Nudelman